Los Sonetos de la muerte

Del nicho helado en que los hombres te pusieron,
te bajaré a la tierra humilde y soleada.
Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,
y que hemos de soñar sobre la misma almohada.
Te acostaré en la tierra soleada con una
dulcedumbre de madre para el hijo dormido,
y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna
al recibir tu cuerpo de niño dolorido.
Luego ire espolvoreando tierra y polvo de rosas,
y en la azulada y leve polvareda de luna
los despojos livianos iran quedando presos.
Me alejaré cantando mis venganzas hermosas,
¡por que a ese hondor recondito la mano de ninguna
bajará a disputarme tu puñado de huesos!
Gabriela Mistral
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